Liberar al diseño de la tiranía de la mirada
En estas fechas de festejos bicentenarios mucho se ha buscado celebrar el pasado, pero creemos que también es necesario reflexionar para construir lo que queremos ser en los próximos 200 años. El diseño sin duda debe convertirse en una disciplina esencial para la siguiente fase de nuestra historia. Debemos hacernos conscientes de que todo en esta vida y en nuestra realidad es un proceso de diseño. No hablemos sólo de objetos o casas que se diseñan, sino del diseño como proceso, más allá del objeto y/o del resultado. Parafraseando a Marcel Duchamp, es preciso liberar al diseño de la tiranía de la mirada, para entenderlo desde la concepción y aceptarlo como agente de cambio.
En el siglo XXI, el diseño como disciplina, como práctica e incluso como concepto se ha desplazado más allá de la creación de objetos y se ha instalado en el desarrollo de procesos: diseñar para mejorar no sólo la vida cotidiana, sino las expectativas de la vida. Absolutamente todo en el mundo creado y concebido por el hombre tiene que ver con un proceso de diseño. A partir del surgimiento de la teoría del diseño y de la educación del diseño, académicos y profesionales en diversos centros han promovido el diseño cómo una forma de pensar con el fin de generar individuos que en palabras del diseñador e inventor británico Buckminster Fuller sean “una síntesis de artista, inventor, mecánico, economista objetivo y estratega evolucionado”. Para lograr este cometido es necesario eliminar las barreras ente el diseño y otras profesiones y los intereses locales y globales a los que sirven. El diseño debe entonces ser, sí, una manera de pensar, pero también una práctica y un proceso social, una forma de generar sistemas para que el mundo funcione de mejor manera y lleve al individuo al bienestar. Con estos conceptos en mente, podemos prever que en los siguientes milenios en México, además de objetos e inmuebles bien podemos, literalmente, diseñar una nueva nación.
Tomo: Ana Elena Mallet
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